Imagina que un bombardero estadounidense tuviera un accidente mientras sobrevuela la costa de Andalucía. Imagina que ese avión portase cuatro bombas termonucleares a bordo, cada una de ellas con un poder destructivo 100 veces mayor que la bomba de Hiroshima. Imagina que tres de esas bombas cayeran sobre la tierra. Pues bien, esto ya ha pasado. Hablemos de riesgos existenciales.

En el último episodio de Altrufísica hablamos del fin de los finales: el destino último del Universo. Vimos que lo más probable es que el Universo siga expandiéndose eternamente, hasta acabar congelándose en la oscuridad. Y también vimos que, mucho antes que eso, el Sol comenzará a freírnos, convirtiendo la Tierra en una bola de fuego inhabitable. Por tanto concluimos que la vida, tanto en la Tierra como más allá, tarde o temprano acabará.

Aún así, todavía faltan unos mil millones de años hasta que el Sol empiece a encorajarse, así que nos queda tiempo de sobra para disfrutar de este planeta, nuestro apreciado puntito azul en la inmensidad del cosmos.

Ahora bien, la muerte del Sol no es el único peligro que nos aguarda en el futuro, existen muchos otros que amenazan a la Tierra y a la humanidad. Y no son riesgos hipotéticos en un futuro lejano. Algunos de ellos podrían ocurrir incluso durante el transcurso de nuestras vidas, si no tomamos las medidas necesarias.

De hecho, como veremos al final de este episodio, durante los últimos 70 años la humanidad ya ha vivido varios incidentes que podrían habernos llevado al colapso absoluto. Hasta ahora hemos tenido suerte, pero puede que no siempre sea así.

Así que este será el primero de una serie de episodios dedicados a los llamados riesgos existenciales.

¿Qué son los riesgos existenciales?

Vamos a aclarar primero qué significa una “catástrofe existencial”. Y para ello me voy a apoyar en el libro The Precipice, de Toby Ord. Según este libro, una catástrofe existencial puede ser cualquiera de los 3 escenarios siguientes:
1. La extinción de la humanidad: La humanidad desaparece para siempre. Esto podría suceder, por ejemplo, con la caída de un meteorito de gran tamaño, o una invasión alienígena al estilo Independence Day (en la que los estadounidenses acaban no salvando al mundo el 4 de Julio).
2. Un colapso social irreversible: La humanidad no desaparece, pero se ve afectada enormemente, hasta el punto de no ser capaz jamás de recuperar los niveles de bienestar actuales. Por ejemplo, esto ocurriría si el medio ambiente se deteriorase tanto que hiciera la Tierra prácticamente inhabitable, al estilo Mad Max.
3. Una distopía irreversible: La humanidad tampoco desaparece, pero queda atrapada en una existencia absolutamente terrible. Esto ocurriría por ejemplo si un régimen totalitario se instaurase en el mundo, imponiendo una constante esclavitud mundial sin escapatoria, al estilo de 1984, o prácticamente cualquier capítulo de Black Mirror.

Climate disaster, emptyness and dry soil
Foto de Pixabay.

Así que un riesgo existencial es cualquier peligro capaz de provocar una catástrofe existencial. O sea, es cualquier cosa que pueda acabar con todo el potencial humano, haciendo imposible un mundo en que merezca la pena vivir.

¿Nos dirigimos al precipicio?

A lo mejor eres de los que piensa que cada vez hay más violencia, más contaminación, más desigualdad, más injusticia y más muerte, así que es obvio que la sociedad ya está encaminada hacia un futuro distópico. Si piensas así, te diré que tienes parte de razón, pero mayormente estás equivocado.

Lo cierto es que hay muchos motivos para alegrarse por nuestra sociedad, y para tener esperanza en la humanidad. Por ejemplo, hace treinta años, el 36% de la población mundial vivía en extrema pobreza (o sea, con menos de 2.15 dólares al día). Hoy, sin embargo, es menos del 9%. El porcentaje de población analfabeta se ha reducido aproximadamente a la mitad. Y podríamos poner muchos otros ejemplos claros de progreso. O sea, que la sociedad, a grandes rasgos, está progresando, rápida y sustancialmente, de lo que hablaremos más adelante en AltruFísica.

Pero un riesgo existencial no tiene por qué verse venir, sino que puede presentarse de forma imprevista, fulminante e irreversible. Por ejemplo, podríamos vivir en un mundo libre de guerras, pobreza y hambre, pero sufrir sin previo aviso una pandemia terrible, capaz de causar nuestra extinción.

También es cierto que otros riesgos sí que se ven venir, pero son muy difíciles de evitar. Por ejemplo, el cambio climático se lleva investigando desde hace décadas. Y sin embargo todavía no hemos conseguido activar un plan capaz de prevenir una catástrofe medioambiental irreversible.

Así que, ¿estamos encaminados al precipicio? Nadie lo puede saber a ciencia cierta. Lo que sí que podemos hacer es estimar la magnitud de esos riesgos, y prepararnos para afrontarlos.

¿Estamos preparados?

A día de hoy, no tenemos una estrategia clara sobre qué hacer si un asteroide lo suficientemente grande (más de unos pocos kilómetros de diámetro) se dirigiese hacia la Tierra. Aunque hay varias propuestas sobre la mesa, incluyendo bombardear el objeto con cabezas nucleares al más puro estilo Hollywood, no tenemos aún una solución segura. Se puede decir que la primera misión de defensa planetaria de la historia ocurrió hace justo un mes, cuando la NASA estrelló un satélite contra un asteroide para comprobar si seríamos capaces de desviar la trayectoria de un objeto potencialmente peligroso. O sea que en defensa planetaria, aún estamos en pañales.

Pero el impacto de un gran meteorito es solo uno de los muchos posibles riesgos existenciales. De hecho la probabilidad de tal evento en los próximos 100 años es relativamente baja. Según Toby Ord, hay otros riesgos hasta 100 mil veces más probables. Y, paradójicamente, algunos de esos riesgos están mucho más desatendidos.

Uno de ellos ya nos suena: Es el riesgo de una pandemia. Incluso cuando ya había voces alertando de ese peligro años antes de que llegara, el COVID19 nos pilló por sorpresa. Y aunque es impresionante que se consiguieran desarrollar vacunas efectivas en tiempo récord, también es verdad que la falta de coordinación mundial ha tenido un enorme coste en vidas.

Pero la situación podría haber sido muchísimo peor. Por ejemplo, la variante omicron, que resultó ser bastante más contagiosa que las anteriores, podría haber sido también más letal. Así que nos podemos dar con un canto en los dientes.

No, no estamos preparados. Pero a lo mejor piensas que hemos aprendido la lección, y que de ahora en adelante estaremos mejor preparados. ¿Pero es así realmente?

¿Nos estamos poniendo las pilas?

Prepararse contra los riesgos existenciales es una inversión cara y de largo plazo. Claro que los expertos opinan que prepararse para esos peligros, a la larga, resulta mucho más rentable que no hacerlo. ¿Estamos invirtiendo lo suficiente? Vamos a poner esas inversiones en perspectiva.

Por un lado, la tecnológica Apple y la petrolera Saudi Aramco son actualmente las compañías más ricas del mundo en capitalización de mercado, con un valor en torno a los 2.5 billones de dólares; la industria del videojuego mueve cerca de 200 mil millones de dólares, que es más o menos el patrimonio de Elon Musk, la persona más rica del mundo; y la vivienda más cara del mundo, el palacio de Buckingham, cuesta unos 3 mil millones de dólares.

Por otro lado, Toby Ord estima que la inversión global en reducir riesgos existenciales es del orden de 100 millones de dólares. O sea, que la humanidad invierte mucho menos en prevenir riesgos existenciales que en… helados.

Puede que la probabilidad de cualquiera de esos riesgos sea baja. Pero basta con que se materialice uno de ellos para justificar toda la inversión. Para colmo, y aunque te parezca sorprendente, la probabilidad de algunos de estos riesgos es bastante considerable.

¿Cuáles son los mayores riesgos?

Los riesgos existenciales se pueden clasificar según su origen en naturales y antropogénicos.

Los riesgos naturales son aquellos que podrían ocurrir incluso si no existieran seres humanos. Ejemplos de estos riesgos son los meteoritos, los volcanes, o las explosiones estelares (que, como astrofísico, me parecen fascinantes, pero también es cierto que, con un poco de mala suerte, podrían acabar con nuestro planeta).

Por otro lado, los riesgos antropogénicos son aquellos provocados, accidental o intencionadamente, por la acción del ser humano. Algunos ejemplos son las guerras nucleares, o los riesgos de la inteligencia artificial y la biotecnología. También el cambio climático, aunque sea en parte un fenómeno natural, está causado fundamentalmente por nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. Las pandemias también podrían considerarse naturales, puesto que ya existían virus y bacterias desde mucho antes que existieran seres humanos. Pero la humanidad ha hecho que el riesgo de pandemias sea mucho mayor de lo que sería en la Prehistoria.

Pero de estos riesgos hablaremos más adelante en AltruFísica. Si no puedes esperar, te recomiendo leer The Precipice (aunque por desgracia no existe traducción al castellano) o visitar riesgoscatastroficosglobales.com. Pero, como spoiler, te anticipo que los riesgos antropogénicos son mucho mayores que los naturales. Es más, según Toby Ord, los próximos cien años van a ser una ruleta rusa para la humanidad.

Ya hemos estado al borde del precipicio

El siglo XX ya nos ha dado más de una colleja de advertencia. Una de estas collejas fue el incidente de Palomares, en Almería, ocurrido el 17 de enero de 1966, durante la Guerra Fría. Ese día un bombardero que partió de la frontera turco-soviética, rumbo de vuelta a Estados Unidos, colisionó por accidente con un avión cisterna que le estaba reponiendo el combustible.

Lo que hace especialmente dramática esta historia no es la muerte de siete de los once tripulantes de los dos aviones. Sino que ese bombardero portaba cuatro bombas termonucleares a bordo. O sea, bombas más sofisticadas y cada una de ellas 100 veces más destructivas que la bomba que se detonó sobre Hiroshima. Por suerte, ninguna de ellas demostró los 1.5 megatones que se habrían liberado si su contenido nuclear se hubiera detonado apropiadamente. Sí que liberó una buena cantidad de material radioactivo en la zona, que aún a día de hoy y por muchos años seguirá siendo inhabitable.

Tan solo dos años después volvió a pasar algo parecido: Otro bombardero con cuatro bombas termonucleares se estrelló en Groenlandia. De nuevo, por suerte, tampoco desencadenó una reacción nuclear. En total, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos contabiliza 32 incidentes similares.

Eventos como este no solo podrían haber provocado millones de muertes en un lugar concreto del mundo, sino que podrían haber desencadenado un invierno nuclear: una verdadera catástrofe existencial, con miles de millones de víctimas.

Thermonuclear bomb explosion
Test nuclear Castle Romeo, 1954 – Departamento de Energía de los Estados Unidos.

Cambiando a otro tipo de riesgo existencial, también sabemos que ha habido virus peligrosos que han escapado de centros de investigación del más alto nivel de seguridad. No ocurrieron de forma planificada por una persona con muy malas intenciones. Ocurrieron por accidente.

En fin, somos humanos, capaces de cosas tanto maravillosas como abominables. Y también somos torpes, competitivos e imprudentes. No hace falta que nos castiguemos por ser como somos. Pero sí que tenemos que actuar en consecuencia, lo que implica prepararse para lo peor.

¿Por qué preocuparnos ahora?

Por mucho que el mundo esté progresando a pasos agigantados, sigue siendo terrible en muchos aspectos. Como puse de ejemplo en otro episodio, cada hora muere el equivalente a un avión lleno de niños, por causas que son fácilmente evitables en países más desarrollados. Siendo así, a lo mejor te preguntas: “¿cómo vamos a tener la cara de ignorar esos problemas para prepararnos para posibles riesgos futuros?”

Pero no nos confundamos: Nadie está sugiriendo ignorar esos problemas. Tenemos que ser coherentes y saber priorizar.

Tendríamos que haber empezado a preocuparnos hace ya mucho tiempo. Cuanto más tardemos, más grandes serán los peligros, y menos tiempo tendremos para afrontarlos.

Así que, ¿cuál es la probabilidad de que afrontemos una catástrofe existencial durante nuestras vidas? ¿Cuáles son exactamente los riesgos existenciales? ¿Y qué podemos hacer cada uno de nosotros para reducir esos riesgos? Sobre esto y mucho más, hablaremos en otro episodio de AltruFísica.