Tu edificio se ha incendiado. Todos los vecinos ya han salido afuera para escapar de las llamas. Todos menos dos. Uno de ellos es un niño al que nadie consigue encontrar. Y el otro eres tú, que quiere salvarle la vida.

El calor es insoportable. El suelo a tus pies está a casi 100 grados. Pero tú te mantienes agachado para poder seguir respirando el poco oxígeno que queda alrededor. Te mueves en el humo casi a ciegas a través de habitaciones en llamas. En todas direcciones solo ves destrucción: escombros, madera y plástico quemado. Y aún así, sigues adelante. Lo único que importa es salvar a ese niño perdido.

Y de repente, lo encuentras tirado en el suelo, llorando y aterrorizado. Lo agarras en tus brazos y corres con él hasta la salida más cercana. Las llamas rugen, y los muros amenazan con colapsar. Si no salís en pocos segundos, serán los últimos de vuestra vida.

Pero consigues lo imposible. Logras escapar de las llamas y sales por fin a la calle con el niño en brazos. Estáis a salvo. Y el resto del vecindario aplaude la mayor heroicidad que jamás han presenciado.

Acabas de salvar una vida.

Héroes

Desde que era pequeño, siempre me han encantado las historias de superheroes. Mi madre dice que yo solía andar por la casa con la espada luminosa de He-man colgando en la espalda, gritando “¡Yo tengo el poder!” (Lo que tenía realmente era un sarpullido enorme en la espalda por el roce con el plástico).

Pero sin duda esa admiración por los superhéroes no es solo mía. Las historias de superhéroes nos inspiran, nos dan esperanza, nos muestran que no hay límite en la valentía humana cuando se trata de salvar vidas.

Y más increíbles aún son las historias de héroes del mundo real. Aquí está el héroe que sacó a un niño de un incendio en un piso de Sevilla. En París, Mamoudou Gassama escaló un edificio para rescatar a un niño que se iba a caer de un cuarto piso.

En China una mujer salva a un niño desconocido de morir aplastado. Y aquí otro niño es rescatado al caer de un edificio. Y otro más. En India un hombre salta a la vía de un tren para salvar a un niño que ha caído. Aquí vemos a una mujer en Australia rescatando a un koala de las llamas. También en Australia vemos a un hombre que se queda atrapado entre el andén y el metro. Y cientos de personas se unen para empujar varias toneladas de metal y ayudarlo a salir.

Y más cerquita de casa, hace poco hemos visto a nuestros vecinos en Valencia salvando vidas una y otra y otra vez. La valentía de esos héroes y heroínas nos recuerda de qué material esta hecha la raza humana.

Si conoces otras historias heroicas, por favor, déjamelas en un comentario.

¿Pero por qué nos inspiran tanto estas historias? Por un lado, sin duda, nos fascina la valentía. Todas esas personas pusieron en riesgo sus propias vidas. Pero claramente la valentía no lo es todo. Si solo fuese eso lo que admiráramos, ya tendríamos héroes de sobra en el circo del Sol.

Hay algo más, aparte de la valentía: La ayuda. Todas esas personas hicieron algo para ayudar a otra persona, o a otro animal.

Y esto nos desvela la otra cara de la moneda. La razón que hizo a esas personas convertirse en héroes: En la raíz de toda historia heroica hay una víctima que salvar: alguien que necesita ayuda.

Víctimas

Como he contado en otros episodios, el número de niños que muere cada día por causas evitables es equivalente a un avión estrellándose con 600 niños a bordo. Perdón, ¿he dicho “cada día”? Quise decir “cada hora”.

Y cada año, cientos de miles de niños pierden la vista o mueren por deficiencia de vitamina A. Un suplemento vitamínico de tan solo 2 euros podría salvarles la vista y la vida.

Medio millón de niños muere cada año de malaria. Una simple mosquitera de 5 euros puede proteger a dos niños mientras duermen durante varios años.

Aproximadamente una persona muere cada minuto por no tener acceso a algo tan sencillo como agua y jabón. De hecho, casi la mitad del mundo no tiene acceso a saneamiento seguro.

Como ves, la mayoría de víctimas en el mundo no necesitan ser rescatadas de edificios en llamas, o ser atrapadas al vuelo al caer de las alturas. Necesitan cosas básica. Cosas que en un país como España damos por sentadas: Agua potable, jabón, o un váter.

Si Superman quisiera salvar vidas en el mundo real, no le haría falta volar ni ver a través de muros. Se pasaría el día repartiendo vitaminas y mosquiteras.

Más que los superpoderes de los héroes, en el mundo real lo que importa son las necesidades de las víctimas. Así que deberíamos dejar de poner tanto énfasis en la valentía de los héroes, para ponerlo en el impacto de su ayuda.

Ayuda

Al enfocarnos en la ayuda, nos damos cuenta de que la línea entre héroe y víctima se hace muy difusa, y una víctima también es un héroe en cubierto. Lo es una madre que camina varios kilómetros cada día para recoger agua para su familia. O un padre que sacrifica parte de su comida para poder pagar la educación de sus hijos. O un niño que cuida de su hermana enferma.

También vemos que hay muchas personas haciendo cosas heroicas que no salen en las noticias. Personas que salvan vidas haciendo cosas relativamente sencillas, pero efectivas. Como dar suplementos vitamínicos, medicinas, o incentivar a madres a que vacunen a sus hijos. Hay organizaciones que se dedican a dar dinero directamente a las personas que más lo necesitan, sin condiciones.

Y descubrimos que al donar dinero a esas organizaciones, nosotros estamos dándoles los recursos que necesitan para poder salvar vidas. Es más, según algunas estimaciones, las organizaciones más efectivas salvan una vida humana aproximadamente por cada 5000 euros donados. Y si hablamos de ayudar a otros animales, también hay organizaciones que ayudan a cientos de animales por cada euro donado.

En definitiva: tu dinero, donado a estas organizaciones, salva vidas.

Propósito

Las historias heroicas nos conectan con algo más grande que nosotros. Sobre todo las historias de héroes del mundo real. La valentía de esos héroes y heroínas nos inspira y nos recuerda que todos somos parte de un mismo equipo, que lucha contra las injusticias y el sufrimiento.

Una y otra vez vemos que estamos dispuestos a arriesgar nuestras vidas para salvar a otras personas y a otros animales. Y hay pocas cosas que nos puedan dar mayor satisfacción en la vida que salvar otra vida.

Pero resulta que no te hace falta entrar en un edificio en llamas (a menos, claro, que seas bombero). Y tampoco te hace falta tener superpoderes. Personalmente, yo no nací en Krypton, pero sí que nací en un país en que, por pura suerte, es normal tener acceso a agua, jabón, y saneamiento.

Así que hoy te propongo empezar el año con un propósito muy especial: Ayudar de la mejor forma posible.

En 2023 firmé el compromiso de donar el 10% de mis ingresos a lo largo de mi vida a las obras que tienen un mayor impacto por menos dinero. En la descripción te dejo un enlace a otro vídeo en que explico cómo y por qué firmé ese compromiso, y dónde puedes unirte tú también a los otros casi 10 mil firmantes de todo el mundo. Y si el 10% te parece demasiado, también puedes firmar un compromiso de prueba, en el que tú decides el porcentaje a donar.

Y si te ha gustado este vídeo, puedes darle un “me gusta”, dejar un comentario, y suscribirte a mi canal. Así tendré el gusto de poder volver a verte en el próximo episodio de AltruFísica.