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El arma más letal

¿Te has preguntado alguna vez cuál es el poder destructivo de la humanidad? Hoy hablaremos sobre la historia y la física detrás de las bombas, exploraremos cuál es actualmente la bomba más letal, y cuántas de ellas hay dispersas por el mundo. ¿Podríamos realmente autodestruirnos con esta tecnología? Al final del episodio revelaré qué puedes hacer tú para evitar la próxima detonación.
Como físico y científico de datos, las bombas son un tema que al mismo tiempo me fascina y me aterra. En los últimos meses he estado estudiando el mecanismo de las bombas más letales que existen, y las formas en que realmente matan a personas. También he analizado los datos más recientes sobre qué países poseen esas bombas, y cuál es su poder destructivo. Así que ahora voy a compartir contigo todo lo que he aprendido.

Castle Bravo nuclear test.

Para empezar, vamos a entender cómo hemos llegado hasta aquí: Hagamos un breve repaso a la explosiva historia de las bombas.

Una historia explosiva

Las primeras bombas se inventaron en China, lugar donde se descubrió la pólvora, en algún momento del siglo IX. La pólvora se extendió (como la pólvora) por el mundo, siendo el compuesto fundamental de la mayoría de armas de fuego, incluyendo cañones, granadas y minas.

El gran sucesor de la pólvora en el terreno militar fue la dinamita, inventada a finales del siglo XIX por el ingeniero sueco Alfred Nobel (sí, el de los premios Nobel), y su componente principal era la nitroglicerina. Esta sustancia química era muy destructiva, pero también muy inestable. De hecho, el mismo hermano de Alfred Nobel murió accidentalmente mientras experimentaba con ella.

Por eso, poco después, las armas explosivas empezaron a usar un compuesto mucho más estable, el trinitrotolueno, o TNT. Y este se acabaría usando como estándar para medir el poder explosivo de una bomba.

Por ejemplo, la bomba estadounidense GBU-43/B, llamada la “madre de todas las bombas”, tiene un poder destructivo de “11 tones”. O sea, es capaz de destruir tanto como una explosión de 11 toneladas de TNT. Esta bomba es de hecho el artefacto explosivo más destructivo usado en combate… Sin contar, por supuesto, las bombas nucleares.

“Hace pocas horas, un avión estadounidense ha lanzado una bomba sobre Hiroshima”. Así lo anunció el presidente Truman.

Efectivamente, el 6 de agosto de 1945, el mundo fue testigo de un nivel de destrucción sin precedentes. Una sola bomba, lanzada por una aeronave estadounidense sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, provocó una explosión equivalente a unos 15 kilotones, o sea, 15 mil toneladas de TNT.

Tres días más tarde, se lanzó otra bomba sobre la ciudad de Nagasaki, esta vez  de unos 20 kilotones. Y esa pasaría a la historia como la bomba más destructiva usada en combate.

Para que nos hagamos una idea, si se lanzara hoy una bomba igual en el centro de Madrid, en un segundo se alcanzaría un nivel de destrucción casi total en un radio de un kilómetro. Habría quemaduras de tercer grado en un radio de más de 2 kilómetros, así como heridos y otros daños materiales importantes en un radio de casi 5 kilómetros. Y muchos de los supervivientes acabarían muriendo de una forma lenta y dolorosa al cabo de un mes, por los efectos de la radiación (de lo que hablaremos luego). En total, se podría llegar a más de 130 mil víctimas mortales, y más de 300 mil heridos.

Así que esperemos que la bomba de Nagasaki siga por siempre manteniendo ese récord, ya que, como explicaré en breve, a día de hoy existen bombas nucleares aún más potentes.

Muchísimo más potentes.

¿Cómo funciona una bomba convencional?

Antes de meternos con las bombas nucleares, vamos a explicar cómo funciona una bomba convencional. Lo que hace una bomba típica es liberar una gran cantidad de energía a partir de reacciones químicas. En el caso de la dinamita, la reacción es la siguiente:

4 C₃ H₅ N₃ O₉ → 6 N₂ + 10 H₂ O + 12 CO₂ + O₂

O sea, convertimos 4 moléculas de nitroglicerina sólida o líquida en varias moléculas de nitrógeno, agua, dióxido de carbono, y oxígeno. Y esos gases a gran temperatura que se producen al final de la reacción aumentan rápidamente su volumen, provocando una onda de presión que viaja más rápido que el sonido. Esta reacción química es un ejemplo de una “detonación”.

En resumidas cuentas, lo que hace una bomba es romper los fuertes enlaces entre los átomos de la molécula de nitroglicerina, liberando energía.

Pero, si te fijas, la reacción empieza y acaba con el mismo número de átomos de cada elemento: 12 de carbono, 20 de hidrógeno, 12 de nitrógeno, y 36 de oxígeno. O sea, los átomos nunca cambian. Cada átomo se queda tan pancho, ya que la fuerza que protege su estructura interna, el núcleo, es mucho mayor.

Y aquí es precisamente donde entran en juego las bombas nucleares: lo que consiguen es liberar esa poderosa energía que mantiene unidas a las partículas del núcleo atómico.

Bombas nucleares

La mayoría de la gente habrá escuchado por primera vez el nombre de Oppenheimer a raíz de la espectacular película que este año se ha llevado 7 Oscars.

Pero yo aprendí sobre Oppenheimer hace muchos años, en los primeros días de mi carrera de física. Luego volví a toparme con él al empezar mi máster en física nuclear. Y una vez más me lo encontré al empezar mi doctorado sobre agujeros negros. Efectivamente, Robert Oppenheimer hizo descubrimientos fundamentales en varias áreas distintas de la física.

Einstein and Oppenheimer

Por supuesto, Oppenheimer también es conocido por ser uno de los creadores de la bomba nuclear. Lo que consiguió él y su equipo es liberar la brutal energía que soporta la estructura del núcleo atómico.

Para liberar esa energía hay dos posibles caminos:

  1. Dividir núcleos pesados para producir otros más pequeños. Esto es lo que se llama “fisión nuclear”.
  2. El proceso inverso, que es unir núcleos pequeños para producir otros más pesados. Esto es lo que se llama “fusión nuclear”.

Por motivos históricos, a una bomba que produce energía a partir de la fisión de núcleos, como las de Hiroshima y Nagasaki, se la llama “bomba atómica”. Y a la bomba que produce energía principalmente a partir de la fusión, se la llama “bomba termonuclear”, o también “bomba de hidrógeno”, o “bomba H”. Pero en ambos casos, tanto la bomba atómica como la termonuclear, son bombas nucleares.

Vamos a repasar brevemente la física de cada una de ellas.

¿Cómo funciona una bomba atómica?

Un átomo está formado por un núcleo de protones y neutrones, y una serie de electrones flotando alrededor, como en esta figura. Por supuesto, ni los electrones son bolitas verdes, ni los protones son rojos, ni la escala de esas bolitas es correcta. Pero así nos entendemos mejor.

Según cuántos protones haya en el núcleo, el átomo será de un elemento u otro. Por ejemplo, el núcleo del átomo de hidrógeno tiene solo un protón. El helio tiene dos protones, y el litio tiene tres.

Ahora bien, el núcleo puede tener un distinto número de neutrones. Y, según cuántos neutrones haya, tendremos un isótopo u otro. Por ejemplo, los tres isótopos más comunes del hidrógeno son el protio (con un protón y ningún neutrón), el deuterio (con un protón y un neutrón), y el tritio (con un protón y dos neutrones).

Mientras que el protio y el deuterio son isótopos estables, y pueden aguantar durante miles de millones de años flotando por el espacio sin inmutarse, el tritio, con el paso de los años, suele desintegrarse naturalmente.

O sea, que un pequeño neutroncito de más puede convertir un isótopo pacífico en otro mucho más inestable.

El uranio U-235 (con 92 protones y 143 neutrones), al ser bombardeado con un neutrón, produce U-236, mucho menos estable, que se rompe en otros dos núcleos más pequeños. El resultado más frecuente es un núcleo de criptón y otro de bario:

Este proceso, en que un núcleo más gordo se parte en dos, es un ejemplo de fisión nuclear.

Si te fijas, empezamos y acabamos la reacción con el mismo número de protones y neutrones. Sin embargo, si sumaras la masa total que teníamos al principio y al final del proceso, te darías cuenta de que no son iguales. Hay algo de masa que se pierde por el camino.

Esa masa sobrante se libera en forma de energía, cumpliendo la ecuación más famosa del mundo, E = m c².

Ahora bien, la energía producida en la fisión de un solo núcleo de uranio es muy pequeña. Necesitas repetir este proceso muchas veces. Por suerte (si quieres destruir una ciudad), alguno de esos 3 neutrones que sobran al final puede combinarse con otro núcleo de U-235, liberando a su vez otros 3 neutrones, y así sucesivamente, generando más y más energía, en una reacción en cadena.

Si mantienes bajo control la cantidad de núcleos de uranio que se fisiona cada vez, puedes usar esa energía resultante para calentar agua, y con el vapor puedes mover una turbina y generar electricidad. Así, de forma simplificada, funciona una planta de energía nuclear.

Por otro lado, si dejas que en esa reacción en cadena cada vez se fisionen más y más núcleos, puedes liberar una enorme cantidad de energía en muy poco tiempo. Y destruir una ciudad entera como Hiroshima. Esto es precisamente lo que hace una bomba atómica.

¿Cómo funciona una bomba termonuclear?

Acabo de explicar que partir un núcleo tan pesado como el de uranio es relativamente fácil. Ahora bien, no todos los núcleos son igual de “fisionables”. Si quisieras partir núcleos menos pesados, necesitarías más energía.

Esto es así hasta llegar al níquel y el hierro, que son los núcleos más estables. A partir de ahí, la situación se invierte. Para obtener energía a partir de núcleos más ligeros, en vez de romperlos en dos, lo mejor es hacer justo lo contrario: unirlos.

Este proceso en que dos núcleos ligeros, como el deuterio y el tritio, se unen para formar otro más gordo, como el helio, se llama fusión nuclear.

La fusión es capaz de liberar una cantidad de energía mucho mayor que la fisión. Por desgracia, aún no tenemos tecnología capaz de generar esa energía de forma controlada.

Lo que sí hemos conseguido es producir el arma más destructiva del mundo: La bomba termonuclear, también llamada bomba de hidrógeno, o bomba H.

Una bomba termonuclear de hecho contiene una pequeña bomba atómica en su interior, que genera la temperatura y presión necesarias para permitir la fusión del hidrógeno. Y esta combinación de fisión y fusión tiene un poder destructivo miles de veces mayor que la bomba atómica.

Así que, mientras que las bombas detonadas en Hiroshima y Nagasaki fueron capaces de matar a unas 200 mil personas, una bomba termonuclear podría matar a millones.

“Me he convertido en la Muerte. La destructora de los mundos”. – J. Robert Oppenheimer.

¿Cómo mata una bomba?

Acabo de explicar a grandes rasgos cómo funciona una bomba convencional y una bomba nuclear. Y he mencionado que, obviamente, son capaces de matar a muchas personas. Pero lo que no es tan obvio es cómo exactamente mata una bomba.

Onda de choque

Como dije antes, una detonación provoca una onda de presión que se desplaza más rápido que el sonido. Esto es lo que se llama una onda de choque.

Pero la velocidad del sonido es diferente en el aire y en un medio sólido. Así que, al cruzar tu cuerpo, la onda de choque provoca enormes diferencias de presión en las cavidades del cuerpo, dañando tus oídos, ojos, pulmones, cerebro y otros órganos. Y estos daños pueden ser letales inmediatamente, o a corto plazo.

En las películas estamos acostumbrados a ver explosiones haciendo a la gente saltar por los aires. Por eso solemos pensar que es la caída contra el suelo, o chocar contra un muro, lo que nos suele hacer más daño. Y efectivamente, este tipo de daños también es posible.

Sin embargo, si una bomba es tan potente que es capaz de levantarte del suelo, lo más probable es que la onda de choque te haya causado ya un daño interno irreversible, en los pulmones y otros órganos.

Fragmentación

La explosión de una bomba empuja pequeños trozos de material sólido, por ejemplo, de la cubierta de la misma bomba, y también hace que cristales y otros escombros de alrededor se conviertan en proyectiles. Estos pedazos volando a gran velocidad pueden penetrar en el cuerpo o causar amputaciones.

De hecho, las heridas por fragmentación son la causa de muerte más común entre víctimas de bombas convencionales.

Alta temperatura

El calor generado en una explosión puede causar quemaduras e incendios.

En el caso de una bomba nuclear, las temperaturas llegan a extremos inimaginables. Para situarnos, la temperatura del sol es de unos 5000 grados Celsius en la superficie. Y en la parte más caliente del sol, el núcleo, la temperatura puede llegar a los 15 millones de grados Celsius.

Pues bien, durante unos instantes, una explosión nuclear puede alcanzar una temperatura del orden de cien millones de grados Celsius. Sí, varias veces mayor que la temperatura del sol.

Así que cualquier persona cerca de la explosión queda inmediatamente vaporizada.

Exposición tóxica

Algunas bombas liberan compuestos químicos que pueden resultar venenosos o incluso letales, por ejemplo, al entrar en contacto con la piel. Existen incluso bombas diseñadas no para destruir, sino para intoxicar, como es el caso de las llamadas bombas químicas.

Las armas químicas, así como las biológicas, son un excelente ejemplo de creatividad y crueldad humana a partes iguales. Uno de los pioneros en el diseño de armas químicas fue Fritz Haber, el hombre que mató a millones de personas y salvó a miles de millones (sobre el que Veritasium creó un vídeo muy interesantes). Y como ejemplo del uso de armas biológicas tenemos al Ejército Imperial Japonés, que en 1940 “bombardeó” la ciudad china de Ningbo… con pulgas infectadas de peste bubónica.

Pero si tenemos que mencionar una bomba capaz de causar el mayor número de víctimas por exposición tóxica, de nuevo, la bomba nuclear se lleva la palma.

En una explosión nuclear se produce un montón de material radiactivo. El calor hace que gran cantidad de ese material suba a la atmósfera. Y al enfriarse vuelve a caer hacia la tierra, en un área que puede ser muy extensa, dependiendo del viento y condiciones meteorológicas. Esto es lo que se llama “lluvia radiactiva”.

Puede durar días, meses, o incluso años. Las personas y animales pueden infectarse al contactar directamente con estas partículas, o indirectamente, al consumir agua y comida producida en áreas contaminadas.

Una exposición alta a la radiación puede incluso alterar nuestro mismísimo ADN, y causar todo tipo de efectos aterradores, que prefiero no mencionar, incluyendo la muerte.

Daños indirectos

Aparte de todos los factores que he mencionado, las bombas también tienen otras formas indirectas de matar. Por ejemplo, el colapso de edificios dañados durante la explosión.

Además, una bomba nuclear también daña aparatos electrónicos y sistemas de comunicación en un área extensa alrededor de la explosión, lo cual incluye el equipamiento médico de un hospital.

Pero de todas las formas indirectas en que una bomba puede matar, hay una que es especialmente peligrosa: el hambre.

Invierno nuclear

Una bomba nuclear detonada sobre un objetivo inflamable, como una ciudad o un bosque, puede levantar una enorme cantidad de ceniza, capaz de llegar hasta la estratosfera. Esta nube se puede extender alrededor del planeta, bloqueando la luz del sol, y haciendo que bajen las temperaturas drásticamente. Los cambios atmosféricos acaban afectando a la agricultura. Y cuando falla la agricultura, despierta el hambre. Esto es lo que se llama un invierno nuclear.

Claro, una bomba sola no es capaz de producir un efecto demasiado significativo en la atmósfera. De hecho, la humanidad ha detonado ya más de 2000 bombas nucleares (todas menos dos en ensayos nucleares) y no ha habido ningún invierno nuclear. Pero estas bombas se han detonado a lo largo de 80 años, y no todas tenían el mismo poder destructivo.

El gran problema empezaría si se detonaran muchas bombas y muy potentes a la vez, en distintas partes del mundo. O sea, si se iniciara una guerra nuclear.

Una guerra nuclear entre dos países no solo afecta a millones de personas en dichos países. Con un invierno nuclear, la mayoría de muertes ocurrirían, curiosamente, en el resto del mundo.

Por ejemplo, según un estudio reciente, una guerra nuclear entre India y Pakistán podría acabar con la vida de hasta 2 mil millones de personas por hambruna. Y una guerra entre Estados Unidos y Rusia podría matar a más de 5 mil millones, incluyendo casi a la totalidad de Estados Unidos, Rusia, China… Y Europa.

Nadie sabe a ciencia cierta la verdadera gravedad de un invierno nuclear, y puede que su impacto haya sido sobreestimado. Pero, en el peor de los casos, puede llevar a un colapso social irreversible, o incluso a la extinción de la humanidad.

Aún así, este escenario solo sería posible si se detonaran muchas bombas nucleares en poco tiempo. ¿Sería posible algo así?

¿Cuántas bombas nucleares existen?

Si un país decidiera detonar una bomba nuclear contra otro, la situación sería muy distinta a la de 1945. Ya no ocurriría como en Hiroshima y Nagasaki, en que solo Estados Unidos tenía acceso a esa tecnología. Hoy se conoce que al menos 9 países poseen bombas nucleares.

Por supuesto, nadie sabe cuántas bombas exactamente tiene cada país, y no todas las bombas son igual de potentes. Pero se estima que, en 2023, Rusia tenía unas 4500 bombas operativas, y Estados Unidos unas 3700. Luego va China, con más de 400. Francia, Reino Unido, Pakistán, India e Israel tienen entre 100 y 300. Y por último, Corea del Norte tiene algunas docenas.

De todas esas cabezas nucleares, tanto Rusia como Estados Unidos tienen cada uno unas 1700 bombas listas para ser lanzadas en cualquier momento. O sea, el día menos esperado, el presidente de uno de estos dos países puede ser trasladado de urgencia a un búnker de alta seguridad: se ha detectado el lanzamiento de misiles nucleares enemigos. Y ese presidente tiene unos 12 minutos para decidir si lanzar un contraataque. Si no lo hace, pasado ese tiempo, todas sus bombas pueden haber sido ya destruidas por el enemigo.

Déjame insistir en este detalle: En pocos minutos, unas pocas personas tienen el poder de condenar al resto del mundo a una muerte horrible.

Ahora bien, no todas las bombas podrían ser lanzadas a la vez. Aún así, podemos estimar cuántas bombas se podrían lanzar en un primer ataque, y qué poder destructivo tendrían. Haciendo este cálculo, vemos que la humanidad ha alcanzado un poder total de destrucción aterrador: más de 15 mil megatones. O sea, un millón de Hiroshimas en un primer ataque.

Con un arsenal de este calibre, se podría destruir más del 40% del terreno urbano mundial, lo que podría desencadenar además un invierno nuclear.

Si esto te resulta difícil de creer, déjame mostrarte cuánto se ha desarrollado la tecnología nuclear. El arma más destructiva de la historia fue detonada por la Unión Soviética en un ensayo en 1961: La Bomba del Zar. Una bomba termonuclear de al menos 50 megatones.

La onda de choque provocada fue tal que llegó a destruir edificios a cientos de kilómetros de distancia.

¿Te imaginas lo que haría una bomba como esta detonada en el centro de una ciudad como Madrid? Si hacemos una simulación vemos que… básicamente, se acabaría Madrid. Y toda su población.

Pues, aunque parezca mentira, ya han caído bombas termonucleares sobre España. De hecho, tres, cada una de 1 megatón. Si no te lo crees, puedes ver este otro vídeo en el que explico cómo, cuándo, y dónde. El porqué te lo revelo ahora mismo: Por accidente. Por suerte, esas bombas no estaban activadas. Pero no es la única vez que han ocurrido accidentes como este.

Hemos estado al borde de varias guerras nucleares

Se suele decir que cuando varias potencias enfrentadas poseen armas nucleares, se alcanza un equilibrio estable. Nadie se atreve a lanzar un primer ataque, ya que la respuesta aseguraría una destrucción mutua. Y por tanto las armas nucleares sirven para mantener la paz.

De hecho, se puede decir que las bombas detonadas en Hiroshima y Nagasaki fueron determinantes para conseguir el final de la Segunda Guerra Mundial.

Lo que no sabe mucha gente es que las bombas nucleares también han estado a punto de empezar otras guerras mundiales, y nos hemos librado por los pelos.

Se conocen al menos 13 incidentes en que un país estuvo a punto de usar bombas nucleares, o bien por accidente, o bien de forma deliberada.

Uno de esos incidentes ocurrió en la costa de Cuba en 1962, en que un submarino soviético incomunicado estuvo a punto de disparar un torpedo nuclear contra Estados Unidos. Por suerte, una persona abordo se opuso al ataque, Vasily Arkhipov.

Y un incidente similar se dio en 1983, en que Stanislav Petrov detectó una señal que parecía ser un ataque de varios misiles estadounidenses contra territorio soviético. Por suerte, Petrov no dio el comunicado, pensando que lo más probable es que fuera una falsa alarma. Efectivamente, más tarde se sabría que no hubo ataque alguno.

Gracias a estas decisiones de Arkhipov y Petrov, el mundo no fue testigo de una guerra nuclear a gran escala. Y es por ello que se les ha llamado “los hombres que salvaron al mundo”.

Nadie sabe cuántos otros incidentes parecidos han ocurrido y ni siquiera se han documentado. Lo que es indudable es que el mundo sería muy diferente si incidentes como este hubieran salido mal.

El riesgo de las armas nucleares no es solo que un presidente con muy mal genio decida invadir otro país. En cualquier momento puede haber un malentendido, una falsa alarma, un accidente, y por pura mala suerte se puede iniciar un bombardeo intercontinental que acabe con miles de millones de vidas.

Es decir, el arsenal nuclear nos mantiene en un equilibrio. Pero es un equilibrio inestable.

Así que, en una situación tan frágil y peligrosa, ¿hay algo que podamos hacer?

¿Qué podemos hacer para evitar una guerra nuclear?

La única forma de sobrevivir a este equilibrio inestable en el largo plazo es reducir el arsenal nuclear.

Y ahora por fin, después de tanto pesimismo y tragedia, en este vídeo te voy a dar un par de buenas noticias.

Las Naciones Unidas llevan años escribiendo tratados para conducir al desarme de todas las potencias nucleares. Y cada año más y más países se van sumando a firmar estos tratados.

Como mencioné antes, la humanidad ha alcanzado su máximo poder de autodestrucción, de unos 15 mil megatones. Este hito histórico lo alcanzamos a principios de los 80. De hecho, en 1986 (el año en que nací), en el mundo había más cabezas nucleares que nunca, más de 70 mil. Con un arsenal de ese calibre, se podría haber destruido, en un primer ataque, un área total de más de 800 mil kilómetros cuadrados. O sea, una España y media.

Desde entonces, tanto el número de bombas, como su poder destructivo total, han ido decreciendo. En 2010, el área que podría destruirse en un primer ataque bajó a unos 130 mil kilómetros cuadrados. O sea, como una Andalucía y media.

El número de ensayos nucleares también ha ido bajando desde su auge durante la Guerra Fría. En las últimas dos décadas el único país que ha llevado a cabo estos ensayos ha sido Corea del Norte. Y el último que realizó fue en 2017.

Diferentes gobiernos, instituciones internacionales y organizaciones filantrópicas están trabajando para conseguir reducir el riesgo de una guerra nuclear, favorecer la cooperación internacional, o investigar cómo alimentar a la población en el desafortunado caso de que hubiera un invierno nuclear. ¿Pero hay algo que puedas hacer tú mismo?

¿Qué puedes hacer tú?

Si estás comenzando tu carrera, o estás pensando en cambiar de ocupación, plantéate lo siguiente: Hay varias áreas clave en que podrías trabajar para prevenir, responder o aumentar la resiliencia de la humanidad ante una catástrofe.

Podrías emplear las 80 mil horas de tu carrera a trabajar en instituciones como ALLFED, o el Observatorio de Riesgos Catastróficos Globales.

Pero si ya tienes una carrera establecida en un área muy diferente, y no ves la posibilidad de cambiar, otra forma de ayudar es haciendo donaciones a alguna de estas organizaciones.

En la descripción del vídeo dejaré varios enlaces a estas instituciones y a recursos interesantes.

Otra cosa que podemos hacer todos es combatir la desinformación. Las redes sociales nos polarizan y nos cabrean, lo que nos lleva a difundir noticias falsas, elegir a líderes políticos que no velan por nuestros intereses, y, en definitiva, romper la cohesión social que necesitamos para sobrevivir como especie. En este otro vídeo explico cómo podemos lidiar con este problema.

En fin, espero haberte convencido de que las bombas nucleares son una terrible amenaza para la humanidad. Pero, de hecho, no son la única amenaza, ni mucho menos la peor. Si esto te resulta difícil de creer, te invito a ver este otro episodio, en el que hablo de los llamados riesgos existenciales.

Y si este vídeo te ha parecido interesante, también te invito a darle un “me gusta”, dejar un comentario, o suscribirte a mi canal. Así podré tener el gusto de verte de nuevo, en el próximo episodio de AltruFísica.

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